


ISAIAS 6:1-9
1En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo. 2Por encima de él había serafines; cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. 3Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria. 4Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se llenó de humo. 5Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos.
6Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas; 7y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado. 8Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí. 9Y dijo: Anda, y di a este pueblo: Oíd bien, y no entendáis; ved por cierto, mas no comprendáis.
Su convicción, Su confesión Isa 6:5
5Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos.
El mismo efecto se produjo en otros por la presencia de Dios (Jue_6:22; Jue_13:22; Job_42:5-6; Luc_5:8; Apoc_1:17). labios—apropiado al contexto que describe las alabanzas de los labios, cantados antifonalmente (Exo_15:20-21; v. 3) por los serafines; apropiado asimismo al oficio de hablar como un profeta de Dios, oficio que estaba a punto de serle conferido a Isaías (v. 9). visto—no a Jehová mismo, en sentido estricto (Jn_1:18; 1Ti_6:16); pero sí el símbolo de su presencia.
En esta visión figurativa se abre el templo y queda a la vista hasta el Lugar Santísimo. El profeta, de pie fuera del templo, ve la Presencia divina sentada en el trono de la gracia, sobre el arca del pacto, entre los querubines y serafines, y la gloria divina que llena todo el templo.
Véase a Dios en su trono. Esta visión se interpreta, en Juan xii, 41, como que Isaías ve ahora la gloria de Cristo y habla de Él, lo cual es plena demostración de que nuestro Salvador es Dios. En Cristo Jesús, Dios se sienta en el trono de la gracia; y, por medio de Él se abre el camino hacia el Lugar Santísimo.
Véase el templo de Dios, su Iglesia en la tierra, llena de su gloria. Su séquito, las faldas de su ropaje henchían el templo, todo el mundo, porque todo es el templo de Dios. Aún Él vive en todo corazón contrito.
Véase a los benditos asistentes de los cuales se sirve en su gobierno. Por sobre del trono estaban los santos ángeles, llamados serafines, que quiere decir “ardientes”, porque arden de amor por Dios y de celo por su gloria, contra el pecado. Los serafines, con sus rostros velados, declaran que están listos para rendir obediencia a todos los mandamientos de Dios, aunque no entiendan la razón secreta de sus consejos, gobierno o promesas. Toda vanagloria, ambición, ignorancia y orgullo, debiera ser eliminada una vez que se ve a Cristo en su gloria.
Esta terrible visión de la majestad divina sobrecogió al profeta con una sensación de su propia vileza. Estamos acabados si no hay un Mediador entre nosotros y este Dios santo. Un vistazo de la gloria celestial basta para convencernos que toda nuestra justicia es como trapos de inmundicia. Tampoco hay un hombre que se atreva a hablarle al Señor, si ve la justicia, la santidad, y la majestad de Dios, sin discernir su gloriosa misericordia y gracia en Jesucristo.
Su Conversión Isa 6:6-7
6Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas; 7y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado.
El carbón encendido puede denotar la seguridad del perdón y la aceptación en su obra, que se da al profeta por medio de la expiación de Cristo. Nada es poderoso para limpiar y consolar al alma sino lo que se toma de la satisfacción hecha por Cristo y su intercesión.
Quitar el pecado es necesario para que hablemos con confianza y comodidad, sea a Dios en oración o de parte de Dios al predicar; y a los que se quejan de su pecado como carga, y se ven en peligro de ser condenados por él, les será quitado.
Es gran consuelo para los que Dios envía, el hecho de que van por Dios y por tanto pueden hablar en su nombre, seguros de que Él los sostendrá.
El serafín estaba en el templo, Isaías fuera de él. un carbón encendido—liter., una piedra caliente, usada, como en algunos países en nuestros días, para asar carne, como la carne de los sacrificios. El fuego era símbolo de purificación, puesto que elimina la escoria de los metales (Mal_3:2-3). del altar—de los holocaustos, situado en el atrio de los sacerdotes delante del templo. El fuego que ardía sobre él fué encendido por Dios la primera vez (Lev_9:24), y mantenido continuamente ardiendo.
boca … labios—Cf. la nota del v. 5. La boca fué tocada, por ser ésta la parte que había de emplear el profeta después de su consagración como tal. De ahí que las “lenguas de fuego” descansasen sobre los discípulos (Hch_2:3-4) cuando eran consagrados para hablar en varias lenguas acerca de Jesús. culpa—la consciente indignidad para desempeñar su oficio como mensajero de Dios.
limpio—liter., cubierto, es decir, expiado, no por algún efecto físico del fuego para limpiarlo del pecado, sino en relación con el altar de los sacrificios, del cual, el Mesías, que es quien comisiona aquí a Isaías, había de ser en su muerte el antitipo. De donde se infiere que sólo por virtud del sacrificio se puede perdonar el pecado.
Su Comision Isa 6:8-9
. 8Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí. 9Y dijo: Anda, y di a este pueblo: Oíd bien, y no entendáis; ved por cierto, mas no comprendáis.
El llamado de Dios, RASGOS DEL LÍDER. Una de las tareas del Espíritu Santo es llamar líderes consagrados al reino. Todo hombre y mujer son «llamados» a Dios (Ro 8.28, 30); pero sólo unos pocos responden (Mt 7.13, 14; 22.14; Jn 15.16). Sin embargo, el llamado que los líderes experimentan es diferente, y exhibe distintas modalidades. 1) Muchos son llamados soberanamente. Moisés fue elegido por Dios, quien le habló desde una zarza ardiente (Éx 3.1–4.17). El niño Samuel fue llamado mientras dormía (1 S 3.1–18). El joven Isaías estaba adorando en el templo cuando fue llamado por Dios (Is 6.1–9). 2) Otros son llamados por medio de los seres humanos. Samuel fue a David y le ungió con aceite (1 S 16.1–13). Pablo le encomendó a Tito que designara ancianos en las iglesias de Creta (Tit 1.5). Hay una diferencia entre ser «una mujer o un hombre de Dios», como se nos llama a todos, y ser «la mujer o el hombre de Dios»; o sea, alguien llamado al liderazgo.
enviaré … por nosotros—El cambio de número indica la Trinidad (cf. Gen_1:26; Gen_11:7). Aunque éste no es argumento seguro para fundamentar esta doctrina, pues el plural puede ser una mera indicación de majestad, concuerda con la verdad probada en otro lugar ¿A quién … quién—lo cual indica que pocos estarían dispuestos a realizar el sacrificio que la presentación de tan desagradable mensaje para los judíos, requeriría de parte del mensajero (cf. 1Cro_29:5). Heme aquí—prontitud de celo ahora que ha sido especialmente habilitado para ello (v. 7; cf. 1Sa_3:10-11; Hch_9:6).
Oíd bien—hebreo, oyendo oíd, esto es, aunque oigáis las amonestaciones del profeta repetidas veces, ya estáis sentenciados, a causa de vuestra perversa voluntad (Jn_7:17), para no entender. En su revelación Dios ha dado bastante luz para guiar a los que sinceramente desean saber, a fin de que puedan hacer su voluntad; también ha dejado tinieblas bastante densas para confundir a los ciegos voluntarios (cap. 43:8). Tal es lo que hizo Jesús al pronunciar sus parábolas (Mat_13:14). ved por cierto—O: Aunque veáis repetidas veces